Ayer fue un día dulce, dulce y refrescante con mi gatito owo comimos tartaleta y cheesecake. Luego me dio mis cartitas *w* pero no pudimos estar tanto tiempo, así que la acompañé rápido a su casa.
De regreso a casa, me quedé dormido y desperté con ganas de comer... de comer más, comer algo, algo dulce, un poco más dulce. Bajé del bus y me vi envuelto en los alrededores de mi viejo paradero, mi viejo lugar. No dudé ni un segundo en ir a ese Metro que tanto me gustaba antes, ese que ahora ha cambiado mucho. Al principio pensé que sería mejor solo una bebida para refrescarme, pero recordé esa pequeña confitería que se encuentra dentro y pasé a ver las tortas. Me encontré con un simpático pedazo de torta de chocolate que acompañaría bien con un Tampico. Sin embargo, una de las cosas que más me gustó, paradójicamente, fue que lo que no ha cambiado de ese lugar es que algunos postres siguen siendo igual de secos.
Debí comprarme esa nueva empanada de ají de gallina. Antes no estaban.- pensé con nostalgia.
Sigo sin saber por qué las cosas, con el tiempo, pueden llegar a cambiar tan radicalmente.
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